Siempre que paso muchos días fuera de casa los rituales de vuelta al hogar son los mismos:
sentarme a escribir un par de líneas
escuchar música hasta que el equipo reviente
y que la música se escuche
en todos los bloques
en todos los pasajes
porque llegué nuevamente
con una pena debajo del brazo
y me hubiese gustado haber dicho que
llegué con una marraqueta debajo del brazo
pero no es más que un llanto que sale
a penas.
La música siempre me ha acompañado
recuerdo un beso inteligente
en una micro
con la banda sonora de fondo de
un cambio mal puesto
de tuercas que pareciera que se salen de sus lugares
el chillido de las gaviotas
de un mar golpeando mi abdomen.
Y la música de fondo jamás para
porque alguna vez dije que la banda sonora de mi vida era
la voz de mi madre
la flojera de mis hermanos
la voz de mi padre
mi flojera
que fome sería la vida sin música
que fome sería la vida sin
un llanto
una lágrima de dolor
y si tengo que subirle al máximo a la música
para no escuchar como lloro
para no escuchar la única música que sale de mis ojos
de mis manos
de mi boca
lo haría sin dudar
un par de veces
y las veces que dude
le bajaría a la música
a nivel de susurro
y me diría a mí mismo
que el dolor es pasajero
y el amor para siempre.
Hace un par de días me encontré con un amigo de la infancia en el paradero, yo iba medio dormido porque iba atrasado, en cambio él venía de lo más despierto, me saludó de buena manera y me dijo que había cachado que escribía y que lo encontraba bacán, a pesar de no haberme leído nunca. Yo medio dormido no atiné a decir nada, en cambio él hizo esa pregunta que un escritor siempre quiere:
¿Cuál fue el relato que más disfrutaste escribiendo?
Y yo medio dormido no sabía que responder y no porque no tuviera sueño, sino porque nunca me lo había preguntado antes, ni yo ni nadie. No sabía si la felicidad está en estas líneas o en las que viene, siempre dejándole felicidad al Chalito que viene y no al que vive el ahora. Le contesté que tal vez este cuento o tal vez el otro y aun así no convencido de lo que respondía.
Cuando subimos a la micro hablamos del Freud, Lacan y tal vez de Nietzsche o Foucault, pero mis pensamientos estaban avocados en saber en cual de todos mis cuentos, en cual de todos mis relatos había sido realmente feliz e incluso llegando más allá, ¿es la felicidad la que se busca cuando escribo?
Que busco con escribir tantas líneas
para terminar
en un basurero digital
entre las piernas de la gran ramera de Babilonia
o en un bosque con
un cigarro mal apagado
incendiándolo todo
bajándome de la micro.
Una respuesta a “Para Carlitos Fellas con mucho amor y sé que algún día te encontraré.”
Sin la música nos volveríamos locos
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